miércoles, 24 de julio de 2013

Esperan las horas...


El amor es un ser extraño, volátil, sutil; unas veces es igual de abrazador que un volcán, otras tan calmo y frío como un hielo perpetuo, ¿quién confía o cree en el amor?

Yo creo y confío en el amor.


Está aquí, presente en la sangre que corre en mis venas, en el brillo en los ojos cuando pienso en ti en las mañanas, está guardado en la forma vacía a mi lado en la cama, está escondido en la noche fría que no me deja respirar; el amor vive, quizá no aquí, quizá no conmigo o para mí, pero el amor está ahí afuera, paciente, latente, acechando.

El amor permanece, fermenta y se vuelve mejor como los vinos, se añeja y es poderoso como un golpe al rostro o gentil como un suspiro; el amor se transforma como la mariposa, crece y empequeñece, se encoge y se estira y adquiere color y forma según su ánimo, su alma, su pensar. El amor huele a hierba mojada y a tierra seca, a playa salada en que se quiere hacer el amor hasta que se queda sin habla o llorar hasta que se mueren las ganas; el amor anida, vuela, abre las alas, repta, araña y desgarra desde dentro y aún por fuera, y posee al que lo espera con la fiereza de un felino hambriento.

El amor está ahí afuera...

... es cuestión de que el quiera entrar y de abrirle la puerta.


"Todas las promesas de mi amor
se irán contigo, me olvidarás
me olvidarás...

Junto a la estación yo lloraré
igual que un niño,
porque te vas
porque te vas..."




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