miércoles, 11 de junio de 2014

¿Fácil?

Otro relato... ya saben... autoría propia, por favor, si desean usarlo para algo, que sea sin fines de lucro y dándome el crédito... so pena de que nunca les vuelva a hablar, eh...

Frotaba los vasos recién lavados con el secador lentamente, detestaba que quedaran pelusas, pero no quería perder más tiempo esperando a que se secaran solos; volvió a frotarlos hasta que lograba oír un suave rechinido, el del vidrio pulcro, el del vidrio impecable. Puso velozmente todos los vasos dentro del anaquel y secándose las manos a fuerza de tallarlas contra su delantal, cerró los ojos y estiró su cuerpo delgado, la luz de la cocina era amarilla, casi naranja y le calentaba las pupilas.

Toda ella estaba caliente.




Una vez que dobló el delantal y lo puso en el rincón entre el refrigerador y la estufa, ahí donde guardaba los guantes para no quemarse y la serie de secadores limpios, dejó la cocina apagando la luz; al subir la escalera, vio el débil rayo de luz que escapaba del estudio y de puntillas, para que no se percatara de que pasaba delante, corrió hacia la habitación, mordiéndose los labios y encogiendo el cuerpo.


En el cuarto, cerró la puerta con cuidado, para no hacer ruido y corrió a sus cajones, donde sacó una ligera bata color perlado, ropa interior del mejor ver posible y su mejor perfume; apresurada, se metió en el baño y abrió la ducha, una regaderazo rápido sería lo mejor, sería propicio, sería idóneo; mientras se tallaba los codos y las rodillas con el cepillo suave que tenía para ese uso, escuchó la puerta abrirse y una tos fuerte y densa, apresurada se enjuagó la espuma y se dio prisa a pasar por segunda y terca vez el rastrillo por sus pantorrillas, por si acaso.




La última enjuagada le supo a gloria, salió renovada y mientras se secaba y untaba aquella crema aromatizada que guardaba para las noches como aquella, pensó una vez más en la ansiedad que siempre le provocaba el prepararse para esos momentos; enfundada en su bata perla y con el cabello apenas húmedo de tanto frotarlo con la toalla, salió al cuarto apagando la luz del baño.

La luz de la habitación estaba apagada, la televisión en el mínimo de volumen y él, tirado bajo las mantas tenía los ojos cerrados y estaba hecho un ovillo; lo que la ducha le había refrescado fue poco comparado con aquello, mientras le daba la vuelta a la cama y se disponía a meterse en ella a su lado, confirmó lo que venía temiendo, se había quedado dormido. El desencanto invadió como una ola su cuerpo y mientras alzaba las mantas y se deslizaba junto a él, fruncía el ceño y suspiraba para sí, era la decepción a punto de subir el volumen de la televisión y resignarse a dormir; llena de cansancio y pesar, se envolvió en sus brazos y miró la pantalla con detenimiento, parecía interesante aquello.

Aquella mano se deslizó por su costado y escaló por su vientre hasta envolverla, el calor que despedía era suave y dulce, se volvió a mirarlo y vio su cara tranquila y dormilona, mientras sentía como se pegaba a ella.

-Te amo. -Murmuró jalándola hacia él, pegándola a su cuerpo y ella no se negó; el calor que despedía, la ternura con la que la arropó en su abrazo, la forma suave e íntima como besó su hombro y se acomodó contra ella, como se acomoda una pieza que encaja perfecto con otra, lograba absorberla del todo.

No era lo que imaginaba, tampoco para lo que se había preparado, pero era perfecto; y es que dormir, dormir nada más con alguien, es lo más íntimo que hay. Y encontrar con quien disfrutar de aquello, no resulta nunca nada fácil.


Para inspiración, para consuelo y reflexión, este: The Scientist

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