lunes, 1 de septiembre de 2014

Rescate inesperado...

Soy una persona que pareciera que no hace nada, pero por otros momentos parece que no se queda quieta; hace ya casi dos años, comencé a ir regularmente a natación, me iba dos veces por semana y nadaba cerca de una hora en una alberca olímpica, la que se localiza en Aguascalientes, penosamente, como empecé a trabajar en donde ahora laboro, ya saben, con horario regular por la mañana y eso, pues tuve que dejar de ir a mis clases de natación y me tiré a la flojera. Hace poco más de dos meses, me reintegré a la natación, porque mi espalda estaba ya sufriendo demasiado por los kilitos que he estado ganando y porque, bueno, porque tengo que ponerme de mejor físico, porque si una no se cuida no la va a cuidar nadie.

Pues bien, en aquellos días que iba a natación por las mañanas, camino de la casa de una amiga a la que iba a ver, solía pasar por una casa deshabitada, ahí tenían encerrado a un perro de raza Cocker, un orejoncito precioso que siempre olía con gusto mis manos cuando pasaba a su lado; de cariño, mi amiga Fanny y yo le pusimos "Orejitas" y como lo tenían muy descuidado, solíamos ir y darle algo de comer a través de la reja de vez en cuando. Cuando me vine a trabajar, perdí todo contacto con el perrito y pasó mucho tiempo antes que volviera a verle, alguna vez fui y pude volver a acariciarlo y sí, me recordó y se alegró mucho; pero hace unos días, pasó lo que me tiene bastante... impresionada, sorprendida, preocupada.


Resulta que iba saliendo de natación con mi tía y había decidido ir a comprarme una galleta de avena, mientras iba yo a eso, mi tía estuvo mirando por ahí en las instalaciones de la alberca, sorprendida me dijo que andaba un perrito orejón y se quedó sorprendida de que anduviera solo; al cabo de un rato, mientras mirábamos a otros nadar, el perro apareció cerca de mí y se me ocurrió tenderle la mano, porque se me figuró que era Orejitas, mi sorpresa fue mayúscula al ver que se paró en dos patas y empezó a mover la cola muy contento al reconocerme. Mientras caminábamos al estacionamiento, me di cuenta que no podría dejarlo solo, porque iba detrás de mí y además para volver a su casa, tendría que cruzar una avenida muy transitada, así como que no traía correa y cualquiera podría llevárselo.

Entonces comenzó el rescate: llamé a mi amiga y le pedí que me acompañara a llevarlo a su casa y quedamos de vernos ahí, me cargué al pobre perrito y crucé la avenida con él en brazos (cosa complicada, pues aunque pequeño era bastante pesado), finalmente pude llegar con él hasta la casa donde vive, pero en cuanto vio a dónde lo llevaba, se me safó de los brazos y echó a correr -y como no, si a mí me tuvieran encerrada con poca comida y sin visitarme seguido, simplemente también escaparía-, mi amiga llegó en aquel momento y entre las dos, logramos hacerlo volver; tuve que cargarlo un rato en lo que decidíamos qué hacer con él, pues no había nadie en la casa, mientras las dos decidíamos cómo proceder (no podía traerme a Orejitas conmigo, en mi casa tengo ya tres perros, pero además sería un robo si me lo traía, independientemente de cómo lo trataran).

Finalmente, pasó una vecina de la casa en que se queda el perro, a ella le pedimos que si podía resguardarlo y Fanny se ofreció a avisarle al dueño a primera hora de la mañana, pues conoce el negocio que tiene de comida; así pues, pudimos dejar ahí a Orejitas y nos aseguramos así de que no fuera a pasarle nada malo.

Muchas personas dicen que gustan de los animales, incluso comentan en asociaciones y chulean las mascotas de otros, pero cuando ven un perrito de la calle salen disparados y enfocan su altruismo en otra cosa, en otra causa; pocos se atreven a rescatar, a alimentar a arropar a un pequeñito de la calle, porque está sucio, flaco o pulguiento.

Hace unos meses, rescaté del hambre a mi Shelby, mi perrita tipo boxer vivió 3 meses muy feliz conmigo, luego la llevé a esterilizar y finalmente, no sé si por alguna infección consecuencia de la operación o por otra cosa, mi perrita murió; le sufrí tanto, me siento tan culpable porque le ocurriera eso que no sé si volveré a rescatar algún perro pronto. Sin embargo, podemos rescatarlos y sentir en carne propia el más grande amor y agradecimiento que hay. Háganlo, rescaten, ayuden.

Ellos lo merecen y lo valen.




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