viernes, 13 de mayo de 2016

Poesía: ... besóme las manos...

A veces, nos basta un suceso para que todo mejore, para que todo cambie; nos basta conocer a alguien, tocar algo, probarlo, para comprender que todo ha cambiado, para entender que no necesitamos más y sentir que presenciamos un completo milagro.

Es una felicidad tan grande, que no importa lo que todo mundo diga, porque basta lo que se siente, lo que germina dentro para comprender que el mundo ha perdido todo sentido y que sólo queda vocear este gran logro; no es un encantamiento, tampoco una ilusión, es algo real que surge dentro de uno, se alimenta de los sucesos que nos rodean y se asienta en el corazón, volviéndolo grande, regocijándolo, fortaleciéndolo.

Uno se topa con milagros muchas veces en la vida... pero vive un milagro realmente muy pocas. Encontrar a Dios, aprender a amar, dar vida, descubrir la plenitud... los milagros existen: están dentro de cada quien.


Y por eso, este poema de Juana de Ibarbourou: 

El dulce milagro


¿Qué es esto? ¡Prodigio! Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen.
Mi amante besóme las manos, y en ellas,
¡oh gracia! brotaron rosas como estrellas.

Y voy por la senda voceando el encanto
y de dicha alterno sonrisa con llanto
y bajo el milagro de mi encantamiento
se aroman de rosas las alas del viento.

Y murmura al verme la gente que pasa:
«¿No veis que está loca? Tornadla a su casa.
¡Dice que en las manos le han nacido rosas
y las va agitando como mariposas!»

¡Ah, pobre la gente que nunca comprende
un milagro de éstos y que sólo entiende,
que no nacen rosas más que en los rosales
y que no hay más trigo que el de los trigales!

que requiere líneas y color y forma,
y que sólo admite realidad por norma.
Que cuando uno dice: «Voy con la dulzura»,
de inmediato buscan a la criatura.

Que me digan loca, que en celda me encierren,
que con siete llaves la puerta me cierren,
que junto a la puerta pongan un lebrel,
carcelero rudo, carcelero fiel.

Cantaré lo mismo: «Mis manos florecen.
Rosas, rosas, rosas a mis dedos crecen».
¡Y toda mi celda tendrá la fragancia
de un inmenso ramo de rosas de Francia!


Y hoy, flores para ti.

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