miércoles, 26 de octubre de 2016

Citando: Waters a propósito de la cruel paciencia

La sociedad funciona de formas misteriosas y estereotipadas, toman en cuenta aspectos que para la gente en individual no son tan relevantes, por ejemplo: cuando una mujer sale a la calle furiosa y conduce su auto a gran velocidad, es una loca al volante, un peligro latente, mas si es un hombre el que va acelerado por las calles y furioso a más, seguramente algo terrible ha ocurrido que lo tiene alterado... y de alguna forma, se le justifica su actuar. A lo largo de la historia, la mujer, por su condición misma de género, ha sido catalogada como una bomba de mano con patas, su estado de ánimo, su estabilidad mental y emocional, son cosas que deben verse con tiento; por el simple hecho de ser una máquina de hormonas algo más sensible y robusta que los hombres, y claro, porque a lo largo de la historia ha habido más desconocimiento que conocimiento de su estructura, la mujer es un peligro, un riesgo... y una tragedia.

Por eso en marcadas épocas se ha visto el actuar femenino con ojos de desconfianza, pero así mismo, la mujer ha sabido forjarse medidas de resguardo, ha andado con pies de plomo en un mundo de hombres para hombres y ha sabido sobrevivir; una de sus herramientas más preciadas y envidiadas por el hombre es sin duda alguna la fatal paciencia, sí, esa de la que ya hablé hace tiempo aquí en el sentido del romance, de la búsqueda del amor. Pero la hay de otras.




Y está así la paciencia de la maldad, la paciencia de las mujeres que víctimas de algo o simplemente trastornadas, recurren a la paciencia como la mejor arma; porque esperar es un arte que requiere temple, control, astucia, sangre fría y aspereza... pocas mujeres lo tienen de automático, son más las que lo ganan con el tiempo, como consecuencia de algo... lo adquieren como cicatriz.

Así pues, una mujer que habla de la paciencia cruel de otras mujeres, de la que puede ser víctima, se justifica como temerosa porque realmente es algo de temer... dicen por ahí "Dios te salve de una mujer despechada", yo diría que más que de una mujer despechada, de una herida... de una lastimada y endurecida por la vida...

Como dice entonces Waters en Falsa Identidad (Fingersmith)

"No es la perspectiva de una azotaina lo que me vuelve mansa. Es lo que sé de la crueldad de la paciencia. No hay paciencia más terrible que la paciencia de las trastornadas. He visto a dementes afanarse en tareas interminables: trasvasar arena de una taza perforada a otra, contar las puntadas de un vestido raído o las motas en un rayo de sol, rellenar con las sumas resultantes libros invisibles de contabilidad. De haber sido varones y ricos -en vez de mujeres-, quizás se habrían hecho pasar por sabias y dirigido a una servidumbre. No lo sé."*

Y sí, lo que en un hombre puede ser visto como un arma interesante y tolerable, en una mujer es una manía, un desagrado... pero eso sí, si hay alguien destinado a hacer pleno uso de determinadas armas, a emplearlas con arrojo y sobre todo, con elegancia, buen gusto y absoluta determinación, es la mujer... 

Hay armas que nacieron de una mujer... o para ser empuñadas por una.


*Waters Sarah, Falsa Identidad, Editorial Anagrama, Barcelona, 2003, pág. 220

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