martes, 4 de abril de 2017

Citando: Coelho a propósito del acoso sexual

Cuando se trata de reconocer la belleza femenina, existen ciertos límites y también, ciertos requerimientos, la belleza de la mujer es quizá lo más alabado, pero también, lo más tratado con pinzas; hace algunos días veía el tremendo debate que se dio en Twitter sobre si los piropos son o no son una forma de ofensa a la femineidad o mejor dicho, al feminismo. Mientras hay mujeres que quieren un piropo respetuoso o travieso sin exceso de vez en cuando de algún educado mozalbete, también hay las que no toleran ni la mirada más curiosa, porque les saca ronchas desde el dedo gordo del pie hasta la punta orzuelada del cabello.

Así que cuando se trata de decirle a una mujer que es bella, verla con cierta intención o incluso lanzarle un piropo, se enfrenta el hombre a toda una serie de consecuencias político-sociales-morales-económico-religiosas... que ¡Dios mío!, si de por sí nos decían complicadas, ahora nos volvimos nivel experto...


Así que no nos extrañe el día que acabemos como Maria de Once minutos y nos encontremos con el siguiente pensamiento en nuestras mentes si nadie nos dice que somos bellas por la calle:

"Empezó a dudar de su belleza, hasta que una de las ex compañeras de trabajo, a quien se encontró por casualidad en un café, le dijo que no era culpa suya, sino de los suizos, a los que no les gusta molestar a nadie, y de los extranjeros, que tienen miedo de ser encarcelados por 'acoso sexual', algo que habían inventado para hacer que las mujeres de todo el mundo se sientan fatal."*

No, no... si definitivamente a veces, el quejarnos mucho y verle a todo su nivel de morbosidad y maldad, nos puede traer consecuencias nada cómodas o por lo menos, nada halagadoras.

*Coelho Paulo, Once minutos, Rayo (HarperCollins), Estados Unidos, 2004, pag. 41

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